domingo, 26 de octubre de 2008

El fin de la hegemonía de la monarquía hispánica: la paz de Westfalia




La diplomacia exterior de los Reyes Católicos, basada en alianzas matrimoniales que fortalecieran sus intereses en Europa, tuvo como consecuencia la concentración bajo un solo monarca, Carlos V, de los estados pertenecientes a las coronas de Castilla, Aragón, Borgoña, Austria y al trono del Imperio Alemán. Durante el siglo XVI (reinados de Carlos V y Felipe II) la corte española actuó como la gran potencia de Europa y el Mediterráneo, apoyada en los recursos provenientes de América y el predominio militar y cuyos objetivos eran la integridad de los estados de la corona, la defensa del Catolicismo y la hegemonía europea.
El siglo XVII supuso el declive del poder español debido al agotamiento de los recursos en las guerras, una fuerte inflación y el mantenimiento de una economía poco productiva en una sociedad de carácter aristocrático. Felipe III siguió una política diplomática que evitó las costosas guerras, pero Felipe IV se verá inmerso en la Guerra de los Treinta años. Esta guerra enfrenta a los diferentes estados europeos en un intento por acabar con la hegemonía de los Austrias, librar a los estados alemanes del dominio imperial y continuar las guerras de religión surgidas en el XVI. Los Austrias de Madrid y Viena se enfrentarán a Holanda, Dinamarca, Suecia, Inglaterra, Francia y algunos estados alemanes. A esta larga guerra hay que sumar los levantamientos independentistas de Portugal y Cataluña.
La paz de Westfalia (1648) y la de los Pirineos (1659) supone el final de la hegemonía de la Casa de los Austrias en Europa; el final de las guerras de religión en Alemania, con la admisión de que es el príncipe quien decide el culto de sus estados; el fin del dominio imperial para dejar paso a una confederación de 350 estados alemanes; la independencia de Holanda, Suiza y Portugal; ventajas territoriales para Suecia, Brandemburgo y Francia; y la hegemonía europea de Francia y la marítima de Inglaterra y Holanda. La corona española conserva sus posesiones en Europa, aunque pierde el Rosellón, la Cerdeña y algunas plazas flamencas, pero su decadencia es irreversible.
Imprímitelo

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