La historiografía ha interpretado tradicionalmente como un fracaso el desarrollo de la industria española en relación con otros países europeos, achacándolo a:
- La geografía: el fragmentado y abrupto relieve y la pobre red fluvial del país, que dificultaban las comunicaciones, encarecían el transporte y obstruían la integración de un mercado nacional.
- La escasez de materias primas y fuentes de energía y su dificultad extractiva.
- El lento crecimiento demográfico, que dificulta la obtención de mano de obra industrial y la formación de un mercado de consumo.
- La falta de capital, que se dirigió, sobre todo, a la compra de tierras desamortizadas. El capital extranjero acaba repatriando sus beneficios y hace el país más frágil a cualquier crisis.
- La pérdida del imperio colonial, que dificulta la adquisición de materias primas, mercado de consumo y capital procedente del comercio.
- La política proteccionista, que frena la modernización tecnológica en las fábricas y en el campo
- El predominio de una sociedad agraria de carácter rural, donde se mantienen unos salarios de miseria, que impide la existencia de una demanda de bienes de consumo.
El desarrollo industrial se centró en las siguientes áreas:
En Barcelona y su entorno se desarrolla una industria textil algodonera que incorpora la tecnología del vapor y recibe las inversiones de una burguesía comercial y agraria catalana. Sin embargo, no será capaz de competir con los tejidos ingleses, por lo que exige una política proteccionista. El modelo que predominó fue el de pequeña empresa familiar.
El sector siderúrgico tiene sus inicios en la costa malagueña, aprovechando los recursos minerales de las serranías andaluzas. Sin embargo, la lejanía de los mercados europeos y lo costoso del transporte de las materias primas hace que en la década de 1860 decaiga este sector.
La siderurgia vasca relevará a la andaluza gracias a la existencia de mineral férrico en el País Vasco y a los fletes de carbón procedentes de Gales. El desarrollo del ferrocarril y de industrias navales y metalúrgicas favorecerá el desarrollo de este sector.
No obstante, la red de ferrocarriles se llevó a cabo con capital y material extranjero en gran parte, para abaratar costes y agilizar la extensión del trazado. El tren permitió articular un mercado nacional y extender la producción industrial a gran parte del país.
En el sur y el interior peninsular se desarrollan industrias de transformados agrícolas: fábricas harineras, fábricas de aceite y, sobre todo, bodegas, a partir de la epidemia de la filoxera que afecta a la producción de uva francesa a finales del XIX, y azucareras, tras la pérdida de Cuba.
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