miércoles, 5 de noviembre de 2008

La Ilustración


La Ilustración es un movimiento intelectual que surge en Francia en el siglo XVIII con filósofos como Rousseau, Voltaire o Montesquieu, pero que se nutre también del racionalismo del XVII de pensadores como Descartes o Newton. Sus principios defienden la preeminencia del racionalismo científico sobre el conocimiento revelado, la crítica racionalista a la tradición, la búsqueda de la felicidad de la humanidad como objetivo, el progreso científico y material como base de dicha felicidad y la necesidad de extender la cultura como medio para conseguir el progreso. Su pensamiento será la base del Liberalismo del XIX.
La Ilustración entra en España muy tardíamente, por la falta de una burguesía y por la resistencia de los sectores eclesiásticos y aristocráticos a cualquier transformación que amenazase las estructuras existentes. Los ilustrados españoles fueron un grupo reducido de intelectuales como Floridablanca, Olavide, Campomanes, Feijoo, Jovellanos o Aranda, pero su influencia fue importante, sobre todo durante los reinados de Carlos III y Carlos IV, en los que participaron en el gobierno. Analizaron de modo crítico la problemática de la nación y propusieron reformas, hechas desde el Estado y bajo un sistema de Despotismo Ilustrado, que permitieran la modernización social y económica del país; impulsaron la educación y la reforma de unas universidades, que deberían dirigirse hacia un conocimiento práctico y científico; se cartearon con otros pensadores extranjeros; censuraron el fuerte dominio sobre la propiedad de la tierra de la nobleza y la Iglesia, el excesivo control estatal sobre el sistema productivo y el atraso tecnológico del país, favoreciendo el desarrollo de infraestructuras a través de las Sociedades Económicas de Amigos de País que propiciaran la mejora de la producción; criticaron el excesivo número de clérigos no productivos y los privilegios de la nobleza para acceder a los cargos públicos y defendieron la honra de los oficios mecánicos.
La vía reformista de una monarquía ilustrada se encontró, sin embargo, con la contradicción de que no era capaz de atender a una modernización económica y social sin atacar las bases tradicionales del sistema que mantenía a la monarquía absoluta: la Iglesia y la Aristocracia. Esto provocará la necesidad de pasar a transformaciones revolucionarias.
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